Definición
Los trastornos de la personalidad se caracterizan por
patrones de percepción, reacción y relación que son relativamente fijos,
inflexibles y socialmente desadaptados, incluyendo una variedad de situaciones.

Aunque la gente tiende a responder siempre del mismo
modo a una situación difícil, la mayoría es propensa a intentar otro camino si
la primera respuesta es ineficaz. En contraste, las personas con trastornos de
la personalidad son tan rígidas que no pueden adaptarse a la realidad, lo cual
debilita su capacidad operacional. Sus patrones desadaptados de pensamiento y
comportamiento se hacen evidentes al principio de la edad adulta,
frecuentemente antes, y tienden a durar toda la vida. Son personas propensas a
tener problemas en sus relaciones sociales e interpersonales y en el trabajo.
Las personas con trastornos de la personalidad
generalmente no son conscientes de que su comportamiento o sus patrones de
pensamiento son inapropiados; por el contrario, a menudo creen que sus patrones
son normales y correctos. Con frecuencia, los familiares o los asistentes
sociales los envían a recibir ayuda psiquiátrica porque su comportamiento
inadecuado causa dificultades a los demás. En cambio, la gente con trastornos
por ansiedad se causa problemas a sí misma pero no a otros. Cuando las personas
con trastornos de la personalidad buscan ayuda por sí mismas (frecuentemente, a
causa de frustraciones), tienden a creer que sus problemas están causados por
otras personas o por una situación particularmente dificultosa.
Los trastornos de la personalidad incluyen los
siguientes tipos: paranoide, esquizoide, esquizotípico, histriónico,
narcisista, antisocial, límite, evitador, dependiente, obsesivo-compulsivo y
pasivo-agresivo. El trastorno de identidad disociativo, anteriormente llamado
trastorno de personalidad múltiple, es un trastorno completamente diferente.
Tipos de Trastornos de Personalidad
- Personalidad paranoide
Las personas con una personalidad paranoide proyectan
sus propios conflictos y hostilidades hacia otros. Son generalmente frías y
distantes en sus relaciones. Tienden a encontrar intenciones hostiles y
malévolas detrás de los actos triviales, inocentes o incluso positivos de otras
personas y reaccionan con suspicacia a los cambios en las situaciones. A
menudo, las suspicacias conducen a conductas agresivas o al rechazo por parte
de los demás (resultados que parecen justificar sus sentimientos originales).
Los que tienen una personalidad paranoide
frecuentemente intentan acciones legales contra otros, especialmente si se
sienten indignados con razón. Son incapaces de ver su propio papel dentro de un
conflicto. Aunque suelen trabajar en relativo aislamiento, pueden ser altamente
eficientes y concienzudos.
A veces las personas que ya se sienten alienadas a
causa de un defecto o una minusvalía (como la sordera) son más vulnerables a
desarrollar ideas paranoides.
Las personas con una personalidad esquizoide son
introvertidas, ensimismadas y solitarias. Son emocionalmente frías y
socialmente distantes. A menudo están absortas en sus propios pensamientos y
sentimientos y son temerosas de la aproximación e intimidad con otros. Hablan
poco, son dadas a soñar despiertas y prefieren la especulación teórica a la
acción práctica. La fantasía es un modo frecuente de enfrentarse a la
realidad.
Las personas con una personalidad esquizotípica, al
igual que aquellas con una personalidad esquizoide, se encuentran social y
emocionalmente aisladas. Además, desarrollan pensamientos, percepciones y
comunicaciones insólitas. Aunque estas rarezas son similares a las de las
personas con esquizofrenia, y aunque la personalidad esquizotípica se
encuentra a veces en la gente con esquizofrenia antes de que desarrollen la
enfermedad, la mayoría de los adultos con una personalidad esquizotípica no
desarrolla esquizofrenia. Algunas personas muestran signos de pensamiento
mágico (la idea de que una acción particular puede controlar algo que no
tiene ninguna relación con ella). Por ejemplo, una persona puede creer que va
a tener realmente mala suerte si pasa por debajo de una escalera o que puede
causar daño a otros teniendo pensamientos de ira. La gente con una enfermedad
esquizotípica puede tener también ideas paranoides.
Las personas con una personalidad histriónica
(histérica) buscan de un modo notable llamar la atención y se comportan
teatralmente. Sus maneras vivamente expresivas tienen como resultado el
establecer relaciones con facilidad pero de un modo superficial. Las emociones
a menudo aparecen exageradas, infantilizadas e ideadas para provocar la
simpatía o la atención (con frecuencia erótica o sexual) de los otros. La
persona con personalidad histriónica es proclive a los comportamientos
sexualmente provocativos o a sexualizar las relaciones no sexuales. Pueden no
querer en realidad una relación sexual; más bien, sus comportamientos
seductores a menudo encubren su deseo de dependencia y de protección. Algunas
personas con personalidad histriónica también son hipocondríacas y exageran
sus problemas físicos para conseguir la atención que necesitan.
Las personas con una personalidad narcisista tienen
un sentido de superioridad y una creencia exagerada en su propio valor o
importancia, lo que los psiquiatras llaman “grandiosidad”. La persona con
este tipo de personalidad puede ser extremadamente sensible al fracaso, a la
derrota o a la crítica y, cuando se le enfrenta a un fracaso para comprobar
la alta opinión de sí mismos, pueden ponerse fácilmente rabiosos o gravemente
deprimidos. Como creen que son superiores en las relaciones con los otros,
esperan ser admirados y, con frecuencia, sospechan que otros los envidian.
Sienten que merecen que sus necesidades sean satisfechas sin demora y por
ello explotan a otros, cuyas necesidades o creencias son consideradas menos
importantes. Su comportamiento es a menudo ofensivo para otros, que les
encuentran egocentristas, arrogantes o mezquinos.
Las personas con personalidad antisocial (en otro
tiempo llamada psicopática o personalidad sociopática), la mayor parte de las
cuales son hombres, muestran desprecio insensible por los derechos y los
sentimientos de los demás. Explotan a otros para obtener beneficio material o
gratificación personal (a diferencia de los narcisistas, que creen que son
mejores que los otros). Característicamente, tales personas expresan sus
conflictos impulsiva e irresponsablemente. Toleran mal la frustración y, en
ocasiones, son hostiles o violentas. A pesar de los problemas o el daño que
causan a otros por su comportamiento antisocial, típicamente no sienten
remordimientos o culpabilidad. Al contrario, racionalizan cínicamente su
comportamiento o culpan a otros. Sus relaciones están llenas de
deshonestidades y de engaños. La frustración y el castigo raramente les
ocasionan la modificación de sus conductas.Las personas con personalidad antisocial son
frecuentemente proclives al alcoholismo, a la toxicomanía, a las desviaciones
sexuales, a la promiscuidad y a ser encarceladas. Son propensas a fracasar en
sus trabajos y a trasladarse de un sitio a otro. Frecuentemente tienen una
historia familiar de comportamiento antisocial, abuso de sustancias, divorcio
y abusos físicos. En su niñez, generalmente, fueron descuidados
emocionalmente y con frecuencia sufrieron abusos físicos en sus años de
formación. Tienen una esperanza de vida inferior a la media, pero entre los
que sobreviven, esta situación tiende a disminuir o a estabilizarse con la
edad.
Las personas con una personalidad límite, la mayor
parte de las cuales son mujeres, son inestables en la percepción de su propia
imagen, en su humor, en su comportamiento y en sus relaciones interpersonales
(que a menudo son tormentosas e intensas). La personalidad límite se hace
evidente al principio de la edad adulta pero la prevalencia disminuye con la
edad. Estas personas han sido a menudo privadas de los cuidados necesarios
durante la niñez. Consecuentemente se sienten vacías, furiosas y merecedoras de
cuidados.
Cuando las personas con una personalidad límite se
sienten cuidadas, se muestran solitarias y desvalidas, frecuentemente
necesitando ayuda por su depresión, el abuso de sustancias tóxicas, las
alteraciones del apetito y el maltrato recibido en el pasado. Sin embargo,
cuando temen el abandono de la persona que las cuida, su humor cambia
radicalmente. Con frecuencia muestran una cólera inapropiada e intensa,
acompañada por cambios extremos en su visión del mundo, de sí mismas y de
otras (cambiando del negro al blanco, del amor al odio o viceversa pero nunca
a una posición neutra). Si se sienten abandonadas y solas pueden llegar a
preguntarse si realmente existen (esto es, no se sienten reales). Pueden
devenir desesperadamente impulsivas, implicándose en una promiscuidad o en un
abuso de sustancias tóxicas. A veces pierden de tal modo el contacto con la
realidad que tienen episodios breves de pensamiento psicótico, paranoia y
alucinaciones. Estas personas son vistas a menudo por los médicos de atención
primaria; tienden a visitar con frecuencia al médico por crisis repetidas o
quejas difusas pero no cumplen con las recomendaciones del tratamiento. Este
trastorno es también el más frecuentemente tratado por los psiquiatras,
porque las personas que lo presentan buscan incesantemente a alguien que
cuide de ellas.
La gente con una personalidad evitadora es
hipersensible al rechazo y teme comenzar relaciones o alguna otra cosa nueva
por la posibilidad de rechazo o de decepción. Estas personas tienen un fuerte
deseo de recibir afecto y de ser aceptadas. Sufren abiertamente por su
aislamiento y falta de habilidad para relacionarse cómodamente con los otros.
A diferencia de aquellas con una personalidad límite, las personas con una
personalidad evitadora no responden con cólera al rechazo; en vez de eso, se
presentan tímidas y retraídas. El trastorno de personalidad evitadora es
similar a la fobia social.
Las personas con una personalidad dependiente
transfieren las decisiones importantes y las responsabilidades a otros y
permiten que las necesidades de aquellos de quienes dependen se antepongan a
las propias. No tienen confianza en sí mismas y manifiestan una intensa
inseguridad. A menudo se quejan de que no pueden tomar decisiones y de que no
saben qué hacer o cómo hacerlo. Son reacias a expresar opiniones, aunque las
tengan, porque temen ofender a la gente que necesitan. Las personas con otros
trastornos de personalidad frecuentemente presentan aspectos de la personalidad
dependiente, pero estos signos quedan generalmente encubiertos por la
predominancia del otro trastorno. Algunos adultos con enfermedades
prolongadas desarrollan personalidades dependientes.
Las personas con personalidad obsesivo-compulsiva
son formales, fiables, ordenadas y metódicas pero a menudo no pueden
adaptarse a los cambios. Son cautos y analizan todos los aspectos de un
problema, lo que dificulta la toma de decisiones. Aunque estos signos están
en consonancia con los estándares culturales de occidente, los individuos con
una personalidad obsesivo-compulsiva toman sus responsabilidades con tanta
seriedad que no toleran los errores y prestan tanta atención a los detalles
que no pueden llegar a completar sus tareas. Consecuentemente, estas personas
pueden entretenerse en los medios para realizar una tarea y olvidar su
objetivo. Sus responsabilidades les crean ansiedad y raramente encuentran
satisfacción con sus logros.
Estas personas son frecuentemente grandes
personalidades, en especial en las ciencias y otros campos intelectuales en
donde el orden y la atención a los detalles son fundamentales. Sin embargo,
pueden sentirse desligadas de sus sentimientos e incómodas con sus relaciones
u otras situaciones que no controlan, con eventos impredecibles o cuando
deben confiar en otros.
Los comportamientos de una persona con una
personalidad pasiva-agresiva (negativista) tienen como objetivo encubierto
controlar o castigar a otros. El comportamiento pasivo-agresivo es con
frecuencia expresado como demora, ineficiencia y malhumor. A menudo, los
individuos con una personalidad pasiva-agresiva aceptan realizar tareas que
en realidad no desean hacer y luego proceden a minar sutilmente la
finalización de esas tareas. Ese comportamiento generalmente sirve para
expresar una hostilidad oculta.
El médico basa el diagnóstico de un trastorno de la
personalidad en la expresión por el sujeto de tipos de comportamiento o
pensamientos desadaptados. Estos comportamientos tienden a manifestarse
porque la persona se resiste tenazmente a cambiarlos a pesar de sus
consecuencias desadaptadas.
Además, es probable que el médico perciba el uso
inapropiado de la persona de mecanismo de enfrentamiento, a menudo llamados
mecanismos de defensa. Aunque todo el mundo utiliza inconscientemente
mecanismos de defensa, la persona con trastornos de la personalidad los usa
de modo inapropiado o inmaduro.
Aunque los tratamientos difieren de acuerdo con el
tipo de trastorno de la personalidad, algunos principios generales se pueden
aplicar a todos. La mayor parte de las personas con un trastorno de la
personalidad no sienten la necesidad de tratamiento y, probablemente por esta
razón, suelen acudir a las consultas acompañadas de otra persona.
Generalmente el paciente puede responder al apoyo que se le presta, pero
suele mantenerse firme en cuanto a los patrones de pensamiento y de
comportamiento propios de su desadaptación. Generalmente, el apoyo es más
eficaz cuando intervienen en él otros pacientes o un psicoterapeuta.
El terapeuta destaca repetidamente las consecuencias
indeseables de la forma de pensar y de comportarse de la persona, algunas
veces fija límites a este comportamiento y también repetidamente enfrenta a
la persona con la realidad. Resulta útil y a menudo esencial la implicación
de la familia de la persona afectada, puesto que la presión del grupo puede
ser eficaz. Las terapias de grupo y familiares, vivir en grupo en residencias
especializadas y la participación en clubes sociales terapéuticos o en grupos
de autoayuda pueden ser útiles.
Estas personas a veces tienen ansiedad y depresión,
que esperan aliviar con fármacos. Sin embargo, la ansiedad y la depresión que
resultan de un trastorno de la personalidad son raramente aliviadas con
fármacos de modo satisfactorio y tales síntomas pueden indicar que la persona
está realizando algún autoexamen saludable. Más aún, la terapia farmacológica
se complica frecuentemente por el mal uso de los fármacos o por los intentos
de suicidio. Si la persona padece otro trastorno psiquiátrico, como depresión
mayor, fobia o trastorno por pánico, la toma de medicamentos puede resultar
adecuada, aunque posiblemente producirán sólo un alivio limitado.
Cambiar una personalidad requiere mucho tiempo.
Ningún tratamiento a corto plazo puede curar con éxito un trastorno de la
personalidad pero ciertos cambios pueden conseguirse más rápidamente que
otros. La temeridad, el aislamiento social, la ausencia de autoafirmación o
los exabruptos temperamentales pueden responder a la terapia de modificación
de la conducta. Sin embargo, la psicoterapia a largo plazo (terapia hablada),
con el objetivo de ayudar a la persona a comprender las causas de su ansiedad
y a reconocer su comportamiento desadaptado, es la clave de la mayoría de los
tratamientos. Algunos tipos de trastornos de personalidad, como el narcisista
o el obsesivo-compulsivo, pueden tratarse mejor con el psicoanálisis. Otros,
como los tipos antisocial o paranoide, raramente responden a una terapia.
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